Siempre me
ha despertado mucho el interés el tema de los libros prohibidos. Para empezar,
caben dos preguntas cuyas respuestas son fáciles de imaginar: ¿quién prohíbe
libros? y ¿con qué objeto?
Hace siglos los libros eran comúnmente prohibidos por la Iglesia y por el Estado. La Iglesia Católica
incluso tenía su lista no sé si por orden alfabético o de aparición. No aceptaban
críticas -postura que algunas corporaciones religiosas y gobiernos conservan- y
quien se atrevía a cuestionar sus acciones y sus principios abierta o
sugeridamente en un libro podía ir a pasar toda su vida en una prisión o
perecer en la hoguera. Las penas, como puede verse, no eran nada blandengues y
tampoco se podían negociar.
Con el
paso de los siglos, y con la llegada de la civilización, tanto el Estado como
cualquier corporación religiosa han tenido que aceptar la libertad de expresión,
por lo menos en los países donde impera la libertad, la democracia y hay instituciones
sólidas. Vaya alguien a publicar un libro en Cuba criticando al presidente o en
Afganistán cuestionando al Islam y verá cómo toleran su libre albedrío.
Pero sin
viajar a ningún submundo, quedándonos en las democracias, legalmente no está
prohibido escribir sobre el tema que uno quiera y criticar lo que quiera
siempre y cuando pueda probarlo. Sin embargo, sigue habiendo libros prohibidos,
sin necesidad de que tal prohibición sea por ley.
Y es que
no es necesario, no siempre, recurrir a la ley para prohibirle a alguien que escriba
sobre algo. Cuando un libro molesta ligeramente a un personaje poderoso o a un
grupo de poderosos literalmente puede quedar prohibido de facto. Así sin más. Se
supone que la ley debe garantizar la libertad de expresión, sí, pero la ley no sirve de absolutamente nada si no se aplica, y aun cuando se aplica, no garantiza la seguridad de nadie, simplemente la procura, que viene a ser muy poco si a alguien le buscan con malísimas intenciones.
En siglos
pasados el tema de los libros prohibidos no escondía trucos. Si alguien escribía
uno sabía que irían por él. Hoy, en apariencia, se pueden escribir, porque la
ley no lo prohíbe, y por eso muchos valientes lo hacen, avalados por su derecho
a la libertad de expresión, pero ese aval no es un seguro de vida.
La prohibición
de libros seguirá existiendo. No en los códigos, claro, pero cualquier persona
sensata sabe qué tipo de temas y en qué lugares son delicados. Porque la distancia
y la civilización cambian las circunstancias. Quizás un periodista alemán puede
escribir un libro muy crítico sobre la guerrilla en Colombia sin que nada malo
le pase, pero quizás si ese mismo libro lo escribe un periodista colombiano…
Y también eso de libro prohibido es un titulo. Una persona, organización o corporación, si un libro exhibe sus secretos más turbios, no querrá que adquiera ese titulo. Porque cuando un libro es catalogado como prohibido, seguro es que todo el mundo tendrá intenciones de leerlo.
Y también eso de libro prohibido es un titulo. Una persona, organización o corporación, si un libro exhibe sus secretos más turbios, no querrá que adquiera ese titulo. Porque cuando un libro es catalogado como prohibido, seguro es que todo el mundo tendrá intenciones de leerlo.