LOS MÁS LEÍDOS

27 mar 2012

Hay libros inmortales y libros muertos

Los libros en algo se parecen a nosotros los humanos: nacen y mueren. Pero no todos. Algunos pasan después de nacer a la inmortalidad y otros, aunque mueren, luego resucitan. Lo gracioso, o lo curioso, o quizás lo incompresible del tema, es que no hay un qué que lleve a los libros a morir pronto o a ser inmortales. Hay libros excelentes inmortales y hay libros también excelentes bien muertos.
Probablemente muchos dirán que sí hay un qué, que la promoción que acompaña a cualquier libro en el momento en que es publicado determina su éxito o su pronta muerte. Es cierto que cuando una editorial grande saca un libro a la venta, éste vende porque vende aunque el porqué no quede para muchos muy claro. Pero aunque un libro venda demasiado, cuando es malo o pésimo, con el tiempo se le cae la mascara (para mayor información léase El código Da Vinci). La inmortalidad a un libro no se la dan las grandes ventas, sino la calidad y las grandes ventas (para mayor información léase El Quijote).
Creo que debo de explicar que para mí los libros inmortales no son los que son muy famosos, no, son los que son muy famosos y son muy buenos. Los que desde hace diez años son muy famosos, siendo también muy malos, no llegarán a la inmortalidad, aunque se seguirán editando, pero ya les vendrá su hora de ser lo que son. Sobre El idiota, de Dostoyevsky, un buen crítico que va a nacer de hoy en cien años dirá que es una obra maestra, un libro extraordinario, por más que no le guste. Y de Crepúsculo, aunque entonces seguirá vivo, se va a decir la verdad que se esconde en sus páginas. De eso que no quepa duda.
Pero lo lamentablemente cierto es que no todos los libros que son extraordinarios son inmortales, aunque hay lectores de sobra, éstos no siempre, o casi nunca, se interesan por la mejor literatura; muchos dirán lo que alguna vez me dijo un amigo: “¿Quién te ha dicho que a mí me gustan las obras maestras?”. Y es verdad, hay a quienes no les gusta leer lo que realmente vale la pena. Quizás porque no quieren o no saben distinguir.
Y es que esto último, por triste que sea, es algo muy cierto. Engañar a la gente sobre la calidad literaria de un libro, lo he venido viendo, es bastante sencillo. A quien empieza a leer, o lee bien poco, con decirle con seriedad que una obra infumable es magnifica ya no se atreve siquiera a dudar un poco.
Como muestra podemos usar la literatura fantástica. Hace algo más de una década estaba bastante ausente en lengua española, pero repentinamente se vino una cascada de publicaciones que si bien ganaron espacio al género también confundieron a los lectores más jóvenes, que fueron quienes se inclinaron más por ellas. La propaganda, quiero suponer, ha logrado que buena parte del público juvenil sea incapaz de darse cuenta cuando una obra infumable es precisamente eso. Tan lejos han llegado las cosas que son muy pocas, demasiado pocas, las obras de calidad que aparecen de ese género (a quien quiera leer una le recomiendo El príncipe de la soledad, una novela que leí hace poco y que me sorprendió por lo buena que es).
Pero sea por una o por otra razón, lo cierto es que libros que debieran ser inmortales mueren muy pronto. No pasan de una corta edición. No tuvieron éxito, dicen por allí. Probablemente eso ocurre porque a quienes los leyeron los habían educado para  creer que los libros buenos eran otros.
Quizás no es, a fin de cuentas, del todo malo que sean muy pocos los libros inmortales, los que todo lector apasionado quiere leer, porque la vida, también a fin de cuentas, raras veces dura cien años, y nadie, o casi nadie, quiere dejar muchos pendientes por aquí. 

21 mar 2012

Blogs abandonados

Desde que tengo blog, hace no tanto, he visto que muchos blogueros que en el pasado iniciaron la misma aventura que yo un buen día se cansaron y dejaron su blog solo como si fuera un perro callejero. Por fortuna un blog no come, y eso hace que sobreviva, algo que no deja de ser, en algunos casos, bueno, porque hay cosas interesantes que vale la pena leer y están allí desde hace años y quién sabe cuánto más durarán.
A quien tiene un blog encontrar otros abandonados quizás no le sorprende. Crear un blog es la cosa más sencilla del mundo, pero mantenerlo actualizado ya viene a ser algo que algunas veces resulta complicado. Probablemente muchos crearon su blog en período vacacional o cuando el trabajo aún dejaba algo de tiempo libre y no estresaba tanto. Pero luego les han llegado los períodos en los que conservar el titulo de bloguero no es fácil.
A mí esta aventura me ha gustado mucho. Y mantenerla no me cuesta más que quitarle una hora al sueño de vez en cuando. Me queda claro hasta dónde llega un blog y cuál es, en mi caso, su función, por eso no soy muy asiduo a publicar. Lo hago casi siempre una vez por semana, y no niego que eso significa pagar un precio. Porque si a un lector le gusta la entrada de hoy quizás vuelva mañana, o pasado, pero si no encuentra nada nuevo no volverá.
Creo que el hecho de que millones tengamos un blog radica en la libertad que tenemos para manejarlo cómo queramos. Publicar no es obligatorio y no hacerlo no es delito. Si el trabajo aprieta o el estrés se amontona, bien puede uno ausentarse varias semanas pagando, eso sí, un alto costo: la perdida de lectores, lo que a un bloguero más importa.
No deja de sorprenderme que muchos blogueros han mostrado una disciplina y un amor a su blog sorprendentes. Llevan años en el oficio y publican con una continuidad que sorprende: una entrada al día. Su premio, sin duda, son los lectores, más fieles que una esposa medieval. Yo no pretendo competir con ellos. Una entrada por semana, quizás a veces dos, es lo más que prometo. Me gusta mi blog, pero tengo más cosas que reclaman mi tiempo, así es la vida.
Y creo que ésa es, en mi caso, la única opción de que el blog perdure. Si me dedicara demasiado a esto, quitándole al sueño más horas de las que puede ceder, terminaría aburriéndome u odiando mi blog. Y ésa no es la intención. No quiero mi blog en la lista de abandonados y para eso es necesario que no me exija tanto. Si puedo conservarlo durante dos años, quizás entonces pueda comprarme una cascota, a la que sí tendría que atender diario.

13 mar 2012

Donde el corazón te lleve

En tertulias con amigos, compañeros, alumnos y demás, a veces surge la pregunta “¿cuál es tu libro favorito?”. Creo que es una de las preguntas más frecuentes con alguien a quien se está conociendo. Pues bien, en infinidad de ocasiones he escuchado la misma respuesta: “Donde el corazón te lleve”, obra, muy famosa ya, de la italiana Susanna Tamaro. Esa respuesta no me haría fruncir en absoluto el ceño si se tratara de una buena novela, pero no es el caso, ni de lejos.
La protagonista de esta historia es una anciana de nombre Olga que ve ya bastante cerca su final. Vive sola, en Italia, y su única pariente es su nieta que está bastante lejos, en los Estados Unidos. Se separaron más por fuerza que por gusto, después de llevar una tormentosa relación, la anciana, muy a su pesar, aceptó que su nieta se fuera lejos.
Creyendo que ya no la volverá a ver, Olga decide abrir su vida, su pasado, a su nieta, sin dejar ningún secreto en el baúl de los recuerdos, cosa que no es sencilla, y más cuando se trata de confesar una lejana infidelidad. ¿Cómo ser, confesando tal cosa, un referente moral para una joven rebelde que busca cualquier pretexto para romper las reglas? Pero todo lo hace por una poderosa razón: que su nieta sea feliz, que vaya, pues, a donde su corazón le indique. 
Estamos ante una novela que brilla por la ausencia en sus páginas de calidad literaria. Es, en cambio, una historia de tristezas, de confesiones y de dolor, y también, cómo no, de amor, excelentes sustitutos éstos, hoy en día, de la calidad que necesita una obra para ser considerada buena.

2 mar 2012

Los tres impostores

El galés Arthur Machen (1863-1947) es un referente en cuanto a la literatura de terror se refiere. Su grandeza no radicó sólo en saber crear buenas historias de terror sino en que logró -y todavía- meterles dentro ese terror a sus lectores.
En 1895 publicó Los tres impostores, una extraordinaria y muy extraña novela, compuesta por relatos, que hacen parecer un infierno al Londres victoriano.
El rompecabezas que el lector va armando conforme transcurre cada relato,  nos revela a un joven ingenuo –conocido como el joven de anteojos- que ha caído en las redes de una peligrosa banda de delincuentes capaces de las más terroríficas atrocidades. Con el miedo típico de un novato, el joven de anteojos deserta al ver la primera de las atrocidades que son capaces de cometer sus cómplices, llevándose consigo un objeto que para éstos es muy valioso.
Como era de esperarse, el jefe de la banda envía a sus secuaces a buscar al desertor. Se trata de tres despiadados y expertos mentirosos -dos hombres y una mujer- que contarán historias aterradoras a quien quiera escucharlos con el objeto de encontrar pistas sobre el paradero del joven de anteojos. Mienten tan extraordinariamente bien que logran atemorizar a su interlocutor que sospecha que lo hacen y al lector que está seguro de ello.
Me extraña que una novela tan buena de un autor de tanto renombre no goce de su merecida fama. Los tres impostores es una novela casi desconocida y difícil de encontrar en las librerías. Hace poco leí que Borges opinó de ella que es una obra maestra y no pretendo discrepar con él. A quien le agraden las novelas de terror, aquí tiene una para disfrutar al límite, y a quien no, de cualquier forma encontrará una obra de sobrada calidad.
Ya he mencionado en otras ocasiones que, por varias razones, no me gusta poner aquí las portadas de los libros que reseño, pero encontré una portada de una edición de esta novela en ingles que sería un crimen no añadir a la entrada.
¿Qué les parece? La portada, como puede verse, ya avisa que el libro causa miedo.