Muchas veces
he coincidido en algunas charlas con amigos respecto a que las obras maestras
no se venden. No le sirve, económicamente hablando, a un escritor tener una
prosa fluida, divertida y elegante, con un apropiado uso de analogías y
atrevimientos que rozan los límites de lo pésimo pasando primero por lo
brillante.
Una historia
bien contada, por sencilla que sea, puede ser una obra maestra, mas eso no
garantiza que guste, ni siquiera que un editor le preste atención. Hay un sin
fin de obras que gozan de una maestría sorprendente que pasan por las librerías
sin pena ni gloria. Ni siquiera los críticos “serios” y “profesionales” les
conceden mucho mérito.
La literatura
comercial, para ser tal, no exige como requisito que las obras sean
extremadamente buenas, ni buenas ni más o menos buenas. La razón es muy
sencilla, los lectores no exigen calidad literaria. Un profesor amigo mío me
dijo hace tiempo que eso se debe a que los gustos literarios de los
consumidores de libros de hoy son dictados por las series de televisión y el
cine. “El lector busca en un libro cosas similares a las que acaba de ver en
una película” me dijo “y la belleza del cine y la belleza de la literatura no
tienen absolutamente nada en común”.
Algunas veces
al leer una novela me he preguntado por qué es tan aterradoramente mala, cómo
una editorial quiso hacer pasar eso por un libro, cómo otra optó por traducirlo
y, sobre todo, cómo hay personas capaces de perder horas valiosas leyendo
semejante cosa. Sé que habrá quien diga que para todo hay gustos. Sí, lo
acepto, pero también hay límites. A ver que surja un o una valiente capaz de
ponerse pantalón amarillo, zapatos anaranjados, camisa morada, lentes como los
que usaba Michael Jackson y rematar la obra con un sombrero mexicano. Y es que
así, con esa arbitrariedad contra cualquier estética, hay quien escribe novelas
que… se venden y mucho.
Ésa es la literatura comercial, novelas con una total simpleza en todo, mal escritas y por supuesto mal estructuradas, rellenadas con personajes mal dibujados robados previamente del cine. Eso es lo que se vende hoy, después de que hemos pasado por un largo proceso en el que casi todo el buen gusto literario se ha extinguido de las mentes humanas. Borges nació en 1899 y alcanzó gran fama, aunque le negaron el Nobel de Literatura. Si hubiera nacido hace treinta años y optado por el mismo oficio, actualmente se estaría muriendo de hambre.
Ésa es la literatura comercial, novelas con una total simpleza en todo, mal escritas y por supuesto mal estructuradas, rellenadas con personajes mal dibujados robados previamente del cine. Eso es lo que se vende hoy, después de que hemos pasado por un largo proceso en el que casi todo el buen gusto literario se ha extinguido de las mentes humanas. Borges nació en 1899 y alcanzó gran fama, aunque le negaron el Nobel de Literatura. Si hubiera nacido hace treinta años y optado por el mismo oficio, actualmente se estaría muriendo de hambre.
Tienes razón y es lamentable. Aunque creo que la promoción de un libro también tiene mucho que ver. Si lo promocionan tanto, de una u otra forma te va a llamar la atención. Con los "buenos libros" no ocurre aquello.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo en todo. Yo necesito calidad literaria, pero reconozco que a veces una historia sencilla, bien contada me puede enganchar muchísimo.
ResponderEliminarBesos
Hola, tomo prestado un fragmento de esta entrada porque quiero estabecer un debate en mi clase de conversación en español (los alumnos son suizos y jubilados... gente curiosa a quienes les va a encantar este tema).
ResponderEliminarMe parece muy interesante el modo que tienes de describir la "literatura comercial", el pastiche mal traído de estilos y propósitos, el símbolo de la combinación imposible de colores y de prendas.
Enhorabuena por el blog.
Saludos cordiales:
María