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17 dic 2011

El hombre de los círculos azules

Hace poco reseñé Sin hogar ni lugar, una extraordinaria novela policíaca de la francesa Fred Vargas, y debo confesar que aquélla es mejor que la de hoy, El hombre de los círculos azules,  pero tal cosa se debe a que esta última la escribió primero, en 1991, y aun así por su calidad no queda mucho a deber, porque, como novela negra que es, algo tiene de interesante.
Ésta es la primera novela que protagoniza el comisario Jean-Baptiste Adamsberg -se nota que Vargas gusta de dar apellido alemán a sus protagonistas-, un personaje callado, meditabundo, que a simple vista parece ser bastante común y que no se preocupa por demostrar lo contrario.  
Adamsberg es el único policía que se inquieta ante los extraños círculos azules que aparecen en las calles de París, encerrando un objeto insignificante y con la extraña interrogante: Víctor mala suerte, ¿qué haces afuera? Para todos sólo se trata de las bromas de un loco que quiere llamar la atención y no le dan mayor importancia aparte de concederle cierto ingenio. Pero Adamsberg ve allí la antesala de asesinatos, no sabe explicar por qué, pero esos círculos le causan temor.
Cuando ya algunos sentían simpatías por el misterioso delineante nocturno, ocurre lo que el comisario temía y esperaba: aparecen víctimas sustituyendo a los objetos sin importancia que anteriormente encerraban los círculos. Adamsberg no la tiene nada fácil, el asesino es bastante cauteloso y tan hábil como para asesinar a alguien y encerrar el cuerpo en un círculo azul casi delante de las narices de la policía. Pero el meditabundo comisario, sin invitar al lector a que lo siga como hacen otros investigadores ficticios -lo que en parte descompone, sin duda, la novela- va juntando poco a poco las piezas del rompecabezas para dar con un psicópata muy bien escondido.
Es inevitable darse cuenta de que Vargas cuando escribió esta novela todavía no encontraba la forma de hacer las extraordinarias obras que después empezaría a publicar y que le han acarreado una muy merecida fama como maestra del género negro. Quien quiera leer sus mejores obras, de una vez le aviso que ésta no es una ni de lejos, y mejor será que busque novelas como la ya mencionada Sin hogar ni lugar o La tercera virgen. Pero, como ya dije, la obra que hoy nos ocupa, sin ser ni buena ni mala, algo tiene de interesante. 

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